domingo, 9 de febrero de 2014

Libertad: entre el cielo y el infierno



Vayamos a la raíz:

Ciertamente un sistema moral que aun es difundido y adoptado por un gran número de individuos es la moral altruista-colectivista.

Según esta doctrina, la búsqueda del propio interés es un vicio que debe reprimirse y tacharse de malvado, anteponiendo el bienestar de los demás al goce de la vida propia. Siendo así, este sistema provee una escala de valores que justifica el autosacrificio, es decir, exalta el sufrimiento propio como un valor moralmente bueno cuando se padece por los demás.

Aunque a algunos de los exponentes de estas ideas no les guste admitirlo, es imposible ser totalmente coherente con ellas y no vivir en la mayor de las miserias. Por lo tanto, no se deben llevar estas ideas al extremo: "no hay que ser tan radicales". Hay que buscar el propio interés en ciertas ocasiones, tener algunos episodios sanos de egoísmo, con el fin de preservar la vida y disfrutarla en su justa medida.

Este dilema recurrente en la persona la conduce a un constante sentido de culpa. Cada vez que actúa en su propio beneficio y es consciente de ello, siente repulsión hacia sí misma. Y esta repulsión le produce un sufrimiento conocido como el remordimiento de conciencia.

Siguiendo el manual de la moral altruista-colectivista, este sufrimiento solo puede removerse luego de un ritual de expiación. El ser humano debe inducirse un sufrimiento que pague por esa dosis de felicidad egoísta que fue consumida, de la cual jamás dejará de sentirse tentado y eventualmente volverá a probar.

Se origina finalmente un ciclo de culpa y resentimiento, explicando la enfermedad diagnostocada por Nietzsche en la que "el hombre pasó a sufrir del hombre, de sí mismo".

Los socialistas promueven este estilo de vida abnegado y denigrante como algo virtuoso y obligatorio, siendo el medio para lograr el ideal de igualdad que caracteriza su modelo de justicia. En otras palabras, negarse a sí mismo sería el camino para alcanzar un modelo de sociedad anhelado que justifica el sufrimiento. No hay más que agregar, pues la utopía de alcanzar un mundo próspero con un alto nivel de vida compartido bajo este sistema cayó hace años, y la igualdad a toda costa (la igualdad para abajo) es la única vía posible.

Las grandes religiones ofrecen un panorama diferente. Si bien la moral altruista-colectivista (la negación de sí mismo) es el estilo de vida que estiman correcto y bueno, solo es el medio para el fin más egoísta de todos: el Paraíso. Todo el sufrimiento, el sacrificio y la negación de la propia vida sería recompensada con el eterno Gozo, la Felicidad infinita, la Paz inabarcable. Desde la presencia de Dios hasta el reencuentro con los seres queridos en el más allá, todo sería hermoso y ya no habría más penas ni dolores. Sería el premio individual por el enorme esfuerzo mundano, el cual es digno de disfrutarse a todas sus anchas en ausencia de nuestros cuerpos pecaminosos.

En cambio, pretender el disfrute de estos ideales en vida sería motivo del peor de los castigos: el Infierno. Algo así como un mundo socialista por toda la eternidad. Movidos por el miedo a caer en tal desgracia, el individuo no debe aspirar a su propia felicidad en esta vida, sino tener fe en un mañana glorioso pero imposible de asegurar por su carácter incognoscible. Es una esperanza ciega que no puede ser entendida ni comprobada por nadie.

Entendiendo la diferencia en los fines, ambos ideales promueven un infierno individual en vida, la negación de la propia existencia como medio para un fin mayor. Y no solo eso, sino que el virtuoso encontrará un supuesto gozo interior en cada sacrificio; algo así como experimentar placer al infligirse un castigo. Podría considerarse, quizás, una especie elevada de masoquismo.

Desde mi punto de vista, esta visión de la vida tan difundida en los sistemas educativos es el motivo que ha llevado a individuos y a sociedades a soportar los mayores abusos, sin más consecuencias que un sentimiento de hastío, una queja confinada en sí mismo por temor a reclamar lo que no estima realmente como propio: su vida.

Es por ello que resulta urgente la necesidad de difundir el ideal libertario.

Del individuo que reclama su vida como su propiedad y la defiende a toda costa, reconociéndose como un fin en sí mismo y no como un medio para los fines de otros.

Es la moral de los valientes que buscan su propia felicidad, reflejándose en una sociedad de individuos libres y responsables.

Es el ideal de un hombre sano que no atenta contra sí mismo, sin dejar de reconocer al otro como su par con los mismos derechos.

Es la legitimación de la propia felicidad como una ideal por alcanzar en vida, empleando todos nuestros talentos para la consecución de tal fin.

Es una moral para valientes porque reconoce al individuo como el responsable de construir ese camino. Es él mismo quien debe descubrir cómo alcanzar la felicidad, su propia y única felicidad. Debe encontrar los medios, asociarse con otros cuando lo estime necesario, usar su mente y esforzarse para lograr sus objetivos.

Dejando atrás las fábulas del cielo y el infierno, se estima la Libertad como una condición invaluable y un sentimiento supremo. Y sin importar todo lo que se diga, no es fácil tomar este camino, pues se requiere coraje para hacer lo que realmente se quiere hacer.

En la novela El Manantial de Ayn Rand, Peter Keating llega a darse cuenta de esto:

“Katie, yo quería casarme contigo. Era la única cosa que realmente quería. Y ese es el pecado que no puede ser perdonado: que no hice lo que quería. La sensación que tengo es tan sucia, tan inútil y monstruosa, como lo que uno siente sobre la locura, porque no tiene ningún sentido ni dignidad, es sólo dolor, y dolor en vano. . . . Katie, ¿por qué siempre nos enseñan que es fácil y malo hacer lo que queremos, y que necesitamos disciplina para refrenarnos? Es la cosa más difícil del mundo, hacer lo que queremos. Y se necesita el mayor tipo de valor. Quiero decir, lo que realmente queremos. Como el que yo quisiera casarme contigo. No el que quiera acostarme con cualquier mujer, o emborracharme, o que mi nombre aparezca en los periódicos. Esas cosas… no son ni siquiera deseos… son cosas que la gente hace para escapar de los deseos, porque es una responsabilidad tan grande, el realmente querer algo”.

¿Quién se atreve?


@nhcarreras

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