viernes, 13 de julio de 2012

Solidaridad y Expoliación

En Venezuela, como en muchas partes del mundo, está surgiendo con mucha fuerza la filosofía que, definitivamente, no fue derribada con la caída del muro de Berlín. Cuando un grupo de intelectuales creyó que el socialismo se hundía con las consecuencias de su aplicación, no esperaron lo que ya es un hecho: las ideas que le dieron forma, permanecieron.

Y es que no quedó en el pasado. El propio F. A. Hayek argumentaba que el socialismo había muerto en Occidente, cuando ahora sabemos que Francia lo elige mayoritariamente como la vía para escapar de la crisis que se avecina (prácticamente la misma crítica que le plantease el periodista venezolano Carlos Rangel en 1981). No es difícil entenderlos, cuando se proponen salidas que no incluyen los odiados paquetes económicos que otros países sufren y, que en Venezuela, tenemos la evidencia de cuantas puertas abiertas le señalan a los socialistas el camino para dirigir su revolución.*

En mi vaga percepción de esta realidad, creo encontrar un motivo que mueve a la mayoría de los venezolanos a creer en este proyecto; un concepto que trasciende el plano de las ideas para convertirse en una creencia y pasar a ser venerada como tal: la solidaridad. Ese desprendimiento de los bienes propios para ser entregados al más necesitado, ese acto de humanismo que nos acerca a Dios movidos por la caridad y el amor al prójimo. Un acto por demás preciosísimo, que nos hace más felices que cualquier tesoro que podamos poseer en la soledad.

Es evidente mi propia veneración a la acción solidaria, que mueve al corazón humano de manera inexplicable. Lo que me propongo es exponer lo que ya otros han expuesto, defender lo que Frédéric Bastiat refutó a los socialistas franceses de su época, la base moral en la cual se apoya este movimiento: la fraternidad impuesta legalmente.

"La fraternidad es espontánea o no lo es. Decretarla es aniquilarla" - escribió Bastiat en su artículo Justicia y Fraternidad, llamando a la reflexión a los intelectuales del siglo XIX sobre el error que cometían. Hoy en día esta frase es por demás elocuente, cuando en Venezuela se llevan a cabo toda clase de atropellos contra la propiedad privada, marcando sus conquistas como un "triunfo de la justicia y la igualdad". Nada más lejos de la realidad, cuando se pretende quitar a los que tienen (y se lo han ganado) para dárselo a los que no tienen, encarnando una versión amorfa y mal interpretada de personajes tan disímiles como Jesucristo y Robin Hood, para amoldarla a uno solo; ese salvador de la humanidad, ese corazón de la patria y única garantía de paz para Venezuela como se hace llamar el presidente Hugo Chávez.

Los venezolanos vivimos cada día el error que expuso Bastiat, cuando se le pretende dar el poder de las decisiones de nuestra vida a otros. Ellos, que nos dicen que las decisiones económicas deben ser administradas por el poder central, y que terminan aprobando leyes que nos someten cada vez más a su elevado discernimiento de los ideales de justicia, igualdad y bien común. Grandes palabras, que terminan siendo vacías cuando ellos mismos no se someten a los ideales que predican y que hacen cumplir a los demás. No es coincidencia que los diputados, ministros y demás miembros de la élite gobernante no se atiendan en los hospitales públicos y no inscriban a sus hijos en los liceos del Estado.

El ideal que rebate este concepto mal entendido de la solidaridad es tan poderoso, que pocos se atreven realmente a invocarlo. El ideal de libertad, ese poder que cada ser humano posee en su naturaleza, que le brinda la capacidad de decidir el curso de su vida y de ser el responsable de sus acciones. Y lo que es más importante en el contexto de mi exposición, que consiste en la práctica de la verdadera solidaridad que se manifiesta a partir de ella.

En libertad existe la solidaridad, cuando damos por voluntad propia los bienes que nos pertenecen. En socialismo se pasa a la expoliación legal, cuando por voluntad de otros, te arrebatan los bienes que te pertenecen para dárselos a ellos. Este es el error que expuso Bastiat, el motivo de la lucha de aquellos que defendemos la libertad como el ideal que engendra la verdadera justicia; donde cada persona tiene la capacidad de decidir en qué invertir el fruto de su trabajo: para el bienestar de sus familias, o para ser reinvertidos en su empresa con el fin de brindar mayores beneficios a menor costo a la sociedad. Para ello es necesario un régimen de libre competencia, donde las empresas puedan desenvolverse con pocas trabas para ofrecer bienes y servicios rentables y empleos productivos para todos, motivados por la ganancia recibida como el fruto de ese trabajo.

La libertad del individuo no es egoísta, es el derecho de la persona sobre su vida. La ley no debe coartar este derecho si la persona no ha atentado contra el derecho del otro. Esta es la filosofía que todavía defendemos una minoría, pero que confiamos seguirá existiendo para evitar que Venezuela caiga en el desastre de creer que la solidaridad puede ordenarse, y que cualquier pensamiento ajeno al "interés de la mayoría" debe ser marcado con el símbolo del enemigo apátrida.






 * No es mi interés exponer sobre ese tema en este momento, pero citando al propio Hayek, quizás las cosas tengan que ponerse mucho peor antes de que sea posible tomar las medidas necesarias para resolver este problema (Entrevista con Bernard Levin, 31 de mayo de 1980)