sábado, 1 de diciembre de 2012

La otra cara del libertinaje


El fin de la ley no es abolir o restringir la libertad,
sino preservarla y extenderla

John Locke


El libertinaje, como es conocido, conlleva el uso desenfrenado y voraz de nuestras habilidades, ignorando o pisoteando los derechos de los demás. Se condena al otro como un ser inferior y se abusa de él para conseguir una satisfacción egoísta. Pero ello también ocurre cuando se busca "instruir" a los demás con una moral superior por medio de la fuerza, es decir, por medio de la ley. Sinceramente me parece que es otra cara de la misma moneda que debe ser igualmente condenada por la sociedad.

Es necesario partir de una premisa: la vida es tu más valiosa propiedad, y no hay otra persona con el derecho de decidir lo que tú quieras hacer o no con ella. Cuando tienes la facultad de ejercer esta autoridad sobre tu cuerpo y mente bajo ninguna coacción arbitraria, solo entonces eres realmente libre. Aunque esta libertad no es gratuita como algunos piensan, sino que requiere de valor para asumir las consecuencias de nuestras decisiones. Únicamente como seres libres tomamos decisiones morales, sean buenas o malas, pues de lo contrario estamos condenados por otra persona o grupo de personas a actuar bajo las directrices de su discernimiento.

Ese acto, sí, sería un exceso de la libertad.

Guillermo Rodríguez nos señala en su gran ensayo sobre la envidia cómo esta otra cara del libertinaje, oculta bajo un disfraz de moralidad, hace estragos actualmente:

...la identificación de la libertad con alguna doctrina teológica ha sido frecuente y aún tiene defensores que no terminan de aceptar que la espiritualidad trascendente muy rara vez ha servido de protección a la libertad, y que tales especulaciones político-teológicas muy frecuentemente sirvieron, y sirven, de justificación a la brutal coacción arbitraria de los creyentes sobre los infieles, con todo el poder del Estado, tanto bajo regímenes dictatoriales como democráticos. Muy espirituales y trascendentes, además de democráticas y mayoritarias, son sin duda las ideas que sostienen al régimen de la República Islámica en Irán, tanto como inhumano y brutal es lo que hace con quienes no la comparten.1

Y es que esas personas que tanto atacan a la libertad porque supuestamente puede ser usada como justificación para cometer acciones inmorales, son ellas mismas las que exceden la libertad que les fue dada por Dios para ejercer sus facultades individuales. Son ellas quienes piensan que es recomendable excluir del otro la responsabilidad de tener libertad de elegir, y asumen un papel por demás ilegítimo por su carácter claramente arbitrario.

Este drama es contrario a la civilización misma, donde es necesario aprender a convivir en las diferencias. Ello no implica aceptar y comulgar con las ideas contrarias a nuestro pensamiento, sino que, manteniendo nuestra convicción y la responsabilidad que conlleva toda decisión libre, tengamos la capacidad de reconocer al otro con su dignidad.

No se nos fue dado el poder para moldearnos los unos a los otros por medio de la fuerza, y debemos garantizar que eso no suceda en el futuro.


1 RODRÍGUEZ, G. Libres de envidia: La legitimación de la envidia como axioma moral del socialismo. Ganador del primer lugar en  el Séptimo Concurso de Ensayo "Caminos de la Libertad"

martes, 30 de octubre de 2012

Fumador vs No Fumador


                                                                                                                  Por Bárbara Rincón

NO FUMADOR:

Durante muchos años las personas no fumadoras se han visto perjudicadas por la contaminación del cigarrillo, sufriendo de problemas de salud y molestias en sitios públicos. Sin embargo, con la ley de prohibición de fumar en espacios públicos estas personas se han visto beneficiadas.

En primer lugar, no están expuestas a la contaminación y pueden prevenir las enfermedades que se generarían por ser un fumador pasivo. Los ambientes se prestan para compartir tiempo en familia y las madres no deben preocuparse porque sus hijos inhalen humo de cigarrillo en espacios públicos. Y en segundo lugar, se cree que esta ley puede disminuir la cantidad de fumadores al dificultarles realizar esta actividad con la frecuencia de antes.

En definitiva, esta normativa legal establece protecciones sobre aspectos hasta hoy no controlados en cuanto a drogas legales, basados en elementos de resguardo y prevención. Actualmente, los intereses colectivos se sobreponen a los hábitos, culturas y libertades para establecer límites y legislaciones a favor de aquellos que no consumen cigarrillos.  

FUMADOR:

Las personas están conscientes del daño que puede causar el cigarrillo para quien lo usa y lo inhala. Sin embargo, la prohibición de fumar en espacios públicos coarta la libertad y derechos de los ciudadanos fumadores.

En primer lugar, para el momento en que se proclamó la ley se tomaron en cuenta las peticiones de las personas no fumadoras, pero excluyeron las necesidades de la minoría que sufrió los cambios. Es decir, se pudo haber tomado la decisión de crear espacios debidamente acondicionados para fumadores en sitios privados como Centros Comerciales o Discotecas. En segundo lugar, se debieron realizar campañas masivas de concienciación para que los consumidores de esta sustancia legal disminuyeran su uso por iniciativa propia y no lo hicieran a causa de una imposición del Estado. Por último, se irrespeta el sentido de la propiedad privada ya que el propietario del local es la única persona con derecho de decidir si permitirá el uso del cigarrillo o no; el Estado no debería interferir ni coaccionar para que se cumpla esta ley en sitios privados.

En conclusión, esta ley menosprecia los derechos que poseen los ciudadanos fumadores y atenta contra la propiedad privada y la libertad individual.


miércoles, 17 de octubre de 2012

Melancolía y Fuerza Creativa


La especie humana no puede soportar mucha realidad

T. S. ELIOT


En su artículo La depresión y el proceso creativo, el Dr. Rodrigo Morales García expone sobre la forma en que la tristeza, la depresión y hasta la propia locura se relacionan con el talento creador. Esa sensibilidad para percibir nuevas ideas durante las etapas melancólicas, esa chispa de genialidad en medio de la noche.

Una esperanza.

Es un lugar común hablar de depresión en este momento en Venezuela, cuando gran parte de los venezolanos no aceptamos todavía la suerte de nuestro país; el cruel resultado de una democracia que no es tal, cuando el robo y la esclavitud se buscan legitimar por el voto de la mayoría. Así lo veo. Después de los enormes niveles de adrenalina que experimentamos antes del 7 de octubre, nos resignamos a aceptar nuestro destino por ser una minoría.

No tiene por qué ser así.

No estoy hablando de cantar fraudes imaginarios ni mucho menos de organizar absurdos golpes de estado, sino de tomar una decisión clave. Entre las dos alternativas presentes en la cabeza de muchos jóvenes como yo... ¿Qué hacemos? ¿Nos quedamos o nos vamos?

"La melancolía hace ir más despacio, enfría el ardor y pone en perspectiva los pensamientos, la observaciones y los sentimientos generados en otros momentos de mayor entusiasmo". Morales García nos asoma a ese universo amargo lleno de materia, esperando ser desnudado por nuestras ganas de hacer algo, por nuestra inquietud. Tenemos el poder de decidir lo que queremos hacer, más allá de esa situación sobre la cual, según parece, no tenemos control alguno.

La opción más tentadora es irse. No vale la pena martirizarse por una causa perdida, cuando lo importante es vivir la vida en paz y ser feliz. Dejar la familia y los amigos atrás, ser un extranjero en un mundo difícil. Parece que vale la pena intentarlo. Es ridículo el pretexto de "traición a la patria", es el lema propio de los nacionalistas recalcitrantes que piensan que el llamado bienestar común es más importante que el bienestar individual, cuando el primero no es más que la suma de estos últimos. Irse del país, a un lugar donde podamos desarrollar nuestro potencial libremente, con esperanza de un futuro mejor.

Pero hay otra opción, quizás más difícil.
Ser los protagonistas de este momento histórico.

No implica sacrificarse por el bien de la nación.  Consiste en aprender a amar este laberinto, en sacar de nuevo las cuentas y comprender que luchamos por nuestra tierra, nuestra cultura, nuestra comida, nuestras fiestas, nuestro trabajo. Nuestro orgullo. Eso, ningún país del mundo nos lo podrá ofrecer.

Esa es mi realidad, que hoy la veo destellar entre las sombras y no puedo ignorarla. Hay algo que me mueve a pesar del temor, y aunque todavía no decido sobre cómo quiero transformarla, sí estoy seguro en mi deseo de seguir caminando hasta la bifurcación.

viernes, 7 de septiembre de 2012

Dos Formas De Robar



Debemos aprender a dirigir otra vez todos nuestros recursos
a donde mejor contribuyan a que todos seamos más ricos

F. A. HAYEK


Hoy en día la sociedad distingue y condena con facilidad un acto de crimen, por lo que apoya las medidas en contra de los criminales que atentan contra los derechos de las otras personas, tales como su vida, su libertad o su propiedad.  A cada uno de los atentados contra estos derechos se les denomina asesinato, esclavitud y robo, respectivamente. Aun así, pienso que uno de ellos se ha colado en nuestros tiempos detrás de una máscara, llegando a enaltecerse como un falso dios representado en las leyes y alabado por muchedumbres.

Cuando una persona es robada a mano armada, se condena al criminal y se considera a la víctima del robo, quien vio arrebatado su derecho sobre un bien que le pertenece. Esa persona estuvo expuesta a morir a manos del criminal, y para evitar la muerte estuvo en la forzosa necesidad de ceder su propiedad. Todos condenamos ese crimen, y se castiga con cárcel.

Pero ahora, cuando una persona que se ha ganado su dinero como fruto de su trabajo se niega a ceder una buena tajada a la clase obrera  o a las personas más pobres, se le condena como un criminal de lo más despreciable. Por lo tanto, el Estado tiene el derecho de arrebatarle por la fuerza alrededor de un tercio de todo su trabajo y esfuerzo para disponerlo según el deseo de la mayoría, o de lo contrario será castigado con cárcel.

He aquí un cambio fundamental: mientras en el primer caso la persona que estaba siendo robada a mano armada era la víctima, ahora la persona que está siendo robada por medio de la ley es considerada el criminal. Los papeles se invierten, y habrá que preguntarnos qué pasaría si un ladrón a mano armada argumenta que su robo tuvo como objetivo ayudar a los más necesitados de su comunidad.

La diatriba tiene una solución directa: un crimen no puede ser juzgado por las razones del criminal para cometerlo. Matar por una buena causa no deja de ser asesinato.* Esclavizar por una buena causa no deja de ser esclavitud. Robar por una buena causa no deja de ser robo.

Para las personas que apoyan a las organizaciones sociales que trabajan por mejorar las condiciones de vida de nuestros hermanos más desfavorecidos, les doy todo mi apoyo. Pienso que el esfuerzo voluntario con una visión social es muy favorable para las personas que viven en condiciones extremas por razones fuera de nuestro control.  Pero esas organizaciones tienen que ser el primer paso para que la persona comience a construir o reconstruir su vida, y pueda encontrar un empleo para valerse por sí misma con su dignidad en alto como un ser humano valioso como todos los demás.

Pensar en los programas sociales como una forma de vida de los más desfavorecidos, pensar que las personas que trabajan arduamente para ganarse el fruto de su trabajo deben ser robadas por el deseo de una mayoría que demanda ser mantenida, es uno de los dramas que vive no solo nuestro país, sino gran parte de los países del mundo en la era contemporánea. Debemos abandonar esa gran ficción de pretender vivir a expensas de los demás y entender que un país no lo sacan adelante los líderes supremos, sino cada persona ordinaria con su trabajo honesto.


 
* Una excepción a esta regla podría decirse que es matar por defensa propia, pero este acto (como su nombre lo dice) es en defensa de un derecho, no ofensivo hacia el derecho de otro.

sábado, 25 de agosto de 2012

¿Quiénes tienen que ir presos?

No sé a ustedes, pero a mí me parece que esta semana en Venezuela se produjeron noticias que me recuerdan a un país en guerra. "Se cayó el puente de Cúpira, se mataron 25 presos y un visitante en Yare I, y ahora, una tragedia en Amuay deja más de 20 personas fallecidas, mientras otras perdieron sus casas debido a la explosión.

Las grandes preguntas que rondan actualmente en el país son muy sencillas: ¿Quiénes son los responsables? ¿Dónde están y cuándo los sentencian?

El sólo hecho de verlas escritas de esa manera puede llegar a resultar inocente y hasta gracioso. Tristemente, cuando en Venezuela la ley es la impunidad y los crímenes son tales dependiendo de quien los cometa. Vale imaginarse el siguiente escenario: ¿Qué hubiera pasado si los puentes, las cárceles y las refinerías fueran manejadas por entes privados?

¡Ahí sí! Las declaraciones justamente ofensivas condenando la mala administración de dichas empresas, las policías y los órganos de justicia abocados a la búsqueda de los criminales, renuncias de las personas involucradas, detenidos los presuntos responsables y sometidos a la crítica pública. En mi opinión, la reacción necesaria para resolver el conflicto y hacer justicia.

En cambio, qué estamos observando hoy en día en relación a los desastres ocurridos por negligencia de las empresas y órganos estatales. En una palabra, EXCUSAS. Todos están conmovidos, todos lo sienten. Pero la pregunta sigue: ¿Quiénes son los responsables?

Según mi forma de verlo, hay dos respuestas. La primera consiste en que los responsables son los jefes encargados de dichas empresas y entes estatales. Es decir, el general Juan García Toussaintt (ministro para el Transporte Terrestre), Iris Varela (ministra para el Servicio Penitenciario), Tareck El Aissami  (ministro para Relaciones Interiores y Justicia), Rafael Ramírez (ministro de Petróleo y Minería y presidente de PDVSA), y, por analogía, el presidente de Venezuela, Hugo Chávez.

La segunda forma de verlo es un poco más compleja, pero quizás sea más acertada. En resumidas cuentas, los responsables somos Todos. Pero no en sentido figurado. En un Estado socialista del siglo XXI, Venezuela es de Todos, PDVSA es de Todos y los ministerios son del Poder Popular. La propiedad colectiva implica que el pueblo (el Estado) es el dueño de estas empresas, y esta idea nos lleva a concluir que los verdaderos responsables somos todos los venezolanos que elegimos al Presidente de la República y permitimos que sus ministros sigan al frente de sus respectivos ministerios.

Éste es uno de los tantos problemas de la propiedad colectiva, y más aun cuando dicha propiedad cuenta con los medios de coerción para garantizar la "seguridad" de todos los ciudadanos. No hay independencia de poderes, y el Poder Judicial no es otra cosa que uno de los brazos inquisidores del Poder Ejecutivo.

Al final, hay tres salidas a esta situación. La primera es decretar duelo nacional por tres días, estar todos muy tristes pero no meter preso a nadie. La segunda es despedir y someter a la justicia a los ministros y jefes encargados.

La tercera es una respuesta abierta.

viernes, 13 de julio de 2012

Solidaridad y Expoliación

En Venezuela, como en muchas partes del mundo, está surgiendo con mucha fuerza la filosofía que, definitivamente, no fue derribada con la caída del muro de Berlín. Cuando un grupo de intelectuales creyó que el socialismo se hundía con las consecuencias de su aplicación, no esperaron lo que ya es un hecho: las ideas que le dieron forma, permanecieron.

Y es que no quedó en el pasado. El propio F. A. Hayek argumentaba que el socialismo había muerto en Occidente, cuando ahora sabemos que Francia lo elige mayoritariamente como la vía para escapar de la crisis que se avecina (prácticamente la misma crítica que le plantease el periodista venezolano Carlos Rangel en 1981). No es difícil entenderlos, cuando se proponen salidas que no incluyen los odiados paquetes económicos que otros países sufren y, que en Venezuela, tenemos la evidencia de cuantas puertas abiertas le señalan a los socialistas el camino para dirigir su revolución.*

En mi vaga percepción de esta realidad, creo encontrar un motivo que mueve a la mayoría de los venezolanos a creer en este proyecto; un concepto que trasciende el plano de las ideas para convertirse en una creencia y pasar a ser venerada como tal: la solidaridad. Ese desprendimiento de los bienes propios para ser entregados al más necesitado, ese acto de humanismo que nos acerca a Dios movidos por la caridad y el amor al prójimo. Un acto por demás preciosísimo, que nos hace más felices que cualquier tesoro que podamos poseer en la soledad.

Es evidente mi propia veneración a la acción solidaria, que mueve al corazón humano de manera inexplicable. Lo que me propongo es exponer lo que ya otros han expuesto, defender lo que Frédéric Bastiat refutó a los socialistas franceses de su época, la base moral en la cual se apoya este movimiento: la fraternidad impuesta legalmente.

"La fraternidad es espontánea o no lo es. Decretarla es aniquilarla" - escribió Bastiat en su artículo Justicia y Fraternidad, llamando a la reflexión a los intelectuales del siglo XIX sobre el error que cometían. Hoy en día esta frase es por demás elocuente, cuando en Venezuela se llevan a cabo toda clase de atropellos contra la propiedad privada, marcando sus conquistas como un "triunfo de la justicia y la igualdad". Nada más lejos de la realidad, cuando se pretende quitar a los que tienen (y se lo han ganado) para dárselo a los que no tienen, encarnando una versión amorfa y mal interpretada de personajes tan disímiles como Jesucristo y Robin Hood, para amoldarla a uno solo; ese salvador de la humanidad, ese corazón de la patria y única garantía de paz para Venezuela como se hace llamar el presidente Hugo Chávez.

Los venezolanos vivimos cada día el error que expuso Bastiat, cuando se le pretende dar el poder de las decisiones de nuestra vida a otros. Ellos, que nos dicen que las decisiones económicas deben ser administradas por el poder central, y que terminan aprobando leyes que nos someten cada vez más a su elevado discernimiento de los ideales de justicia, igualdad y bien común. Grandes palabras, que terminan siendo vacías cuando ellos mismos no se someten a los ideales que predican y que hacen cumplir a los demás. No es coincidencia que los diputados, ministros y demás miembros de la élite gobernante no se atiendan en los hospitales públicos y no inscriban a sus hijos en los liceos del Estado.

El ideal que rebate este concepto mal entendido de la solidaridad es tan poderoso, que pocos se atreven realmente a invocarlo. El ideal de libertad, ese poder que cada ser humano posee en su naturaleza, que le brinda la capacidad de decidir el curso de su vida y de ser el responsable de sus acciones. Y lo que es más importante en el contexto de mi exposición, que consiste en la práctica de la verdadera solidaridad que se manifiesta a partir de ella.

En libertad existe la solidaridad, cuando damos por voluntad propia los bienes que nos pertenecen. En socialismo se pasa a la expoliación legal, cuando por voluntad de otros, te arrebatan los bienes que te pertenecen para dárselos a ellos. Este es el error que expuso Bastiat, el motivo de la lucha de aquellos que defendemos la libertad como el ideal que engendra la verdadera justicia; donde cada persona tiene la capacidad de decidir en qué invertir el fruto de su trabajo: para el bienestar de sus familias, o para ser reinvertidos en su empresa con el fin de brindar mayores beneficios a menor costo a la sociedad. Para ello es necesario un régimen de libre competencia, donde las empresas puedan desenvolverse con pocas trabas para ofrecer bienes y servicios rentables y empleos productivos para todos, motivados por la ganancia recibida como el fruto de ese trabajo.

La libertad del individuo no es egoísta, es el derecho de la persona sobre su vida. La ley no debe coartar este derecho si la persona no ha atentado contra el derecho del otro. Esta es la filosofía que todavía defendemos una minoría, pero que confiamos seguirá existiendo para evitar que Venezuela caiga en el desastre de creer que la solidaridad puede ordenarse, y que cualquier pensamiento ajeno al "interés de la mayoría" debe ser marcado con el símbolo del enemigo apátrida.






 * No es mi interés exponer sobre ese tema en este momento, pero citando al propio Hayek, quizás las cosas tengan que ponerse mucho peor antes de que sea posible tomar las medidas necesarias para resolver este problema (Entrevista con Bernard Levin, 31 de mayo de 1980)