miércoles, 17 de octubre de 2012

Melancolía y Fuerza Creativa


La especie humana no puede soportar mucha realidad

T. S. ELIOT


En su artículo La depresión y el proceso creativo, el Dr. Rodrigo Morales García expone sobre la forma en que la tristeza, la depresión y hasta la propia locura se relacionan con el talento creador. Esa sensibilidad para percibir nuevas ideas durante las etapas melancólicas, esa chispa de genialidad en medio de la noche.

Una esperanza.

Es un lugar común hablar de depresión en este momento en Venezuela, cuando gran parte de los venezolanos no aceptamos todavía la suerte de nuestro país; el cruel resultado de una democracia que no es tal, cuando el robo y la esclavitud se buscan legitimar por el voto de la mayoría. Así lo veo. Después de los enormes niveles de adrenalina que experimentamos antes del 7 de octubre, nos resignamos a aceptar nuestro destino por ser una minoría.

No tiene por qué ser así.

No estoy hablando de cantar fraudes imaginarios ni mucho menos de organizar absurdos golpes de estado, sino de tomar una decisión clave. Entre las dos alternativas presentes en la cabeza de muchos jóvenes como yo... ¿Qué hacemos? ¿Nos quedamos o nos vamos?

"La melancolía hace ir más despacio, enfría el ardor y pone en perspectiva los pensamientos, la observaciones y los sentimientos generados en otros momentos de mayor entusiasmo". Morales García nos asoma a ese universo amargo lleno de materia, esperando ser desnudado por nuestras ganas de hacer algo, por nuestra inquietud. Tenemos el poder de decidir lo que queremos hacer, más allá de esa situación sobre la cual, según parece, no tenemos control alguno.

La opción más tentadora es irse. No vale la pena martirizarse por una causa perdida, cuando lo importante es vivir la vida en paz y ser feliz. Dejar la familia y los amigos atrás, ser un extranjero en un mundo difícil. Parece que vale la pena intentarlo. Es ridículo el pretexto de "traición a la patria", es el lema propio de los nacionalistas recalcitrantes que piensan que el llamado bienestar común es más importante que el bienestar individual, cuando el primero no es más que la suma de estos últimos. Irse del país, a un lugar donde podamos desarrollar nuestro potencial libremente, con esperanza de un futuro mejor.

Pero hay otra opción, quizás más difícil.
Ser los protagonistas de este momento histórico.

No implica sacrificarse por el bien de la nación.  Consiste en aprender a amar este laberinto, en sacar de nuevo las cuentas y comprender que luchamos por nuestra tierra, nuestra cultura, nuestra comida, nuestras fiestas, nuestro trabajo. Nuestro orgullo. Eso, ningún país del mundo nos lo podrá ofrecer.

Esa es mi realidad, que hoy la veo destellar entre las sombras y no puedo ignorarla. Hay algo que me mueve a pesar del temor, y aunque todavía no decido sobre cómo quiero transformarla, sí estoy seguro en mi deseo de seguir caminando hasta la bifurcación.

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