miércoles, 23 de octubre de 2013

Regulen los precios de bienes que no son importantes

La consecuencia de fijar un precio máximo a un
artículo determinado será provocar su escasez
HENRY HAZLITT

A medida que pasa el tiempo, en Venezuela vamos viendo un incremento de los precios regulados; es decir, de aquellos bienes a los cuales se le asigna un nivel de importancia para la sociedad, tal que amerita que se encuentren accesibles para que todas las personas gocen de un nivel de vida aceptable. Al menos, esa es la idea que nos venden.

Pero en cambio, sucede un hecho curioso: los bienes que se pretendía que estuviesen disponibles para todos comienzan a estar escasos, no se consiguen en los mercados, la gente hace largas colas para poder comprarlos y a veces solo es posible adquirirlos en las calles a precios mucho mayores.

La única explicación posible que dan las autoridades es una conspiración secreta, una guerra dirigida por los "enemigos del pueblo" contra la revolución bolivariana, pero sin ninguna prueba contundente.

¿Acaso existe otra explicación? Vale la pena preguntarle al dueño de la panadería de la cuadra, o al vendedor de perros calientes de la esquina, o a la señora que vende sus empanadas en la playa, qué pasaría si llega un funcionario del gobierno y le exige vender todo lo que produce a un precio regulado. Este precio, seguramente, estará por debajo de lo que él o ella piensa que vale la pena ganar por el esfuerzo que exige su trabajo.

¿Lo seguiría haciendo con las mismas ganas y el mismo empeño?

¿Lo seguiría haciendo siquiera?

Los socialistas pretenden que las personas no trabajen para buscar su bienestar, ni llevar la comida a sus hogares, ni ahorrar para comprar un apartamento. No. Todos tenemos que trabajar para los demás, como el estudiante al que se le obliga madrugar para que otros saquen una mayor nota, mientras él sigue sacando la misma.

Esta arrogancia de pretender planificar nuestro bienestar por medio de regulaciones, solo nos ha llevado a sufrir las consecuencias de no encontrar muchos de los productos que, ciertamente, forman parte de nuestra vida cotidiana. Si "el bien más caro es el que no se consigue", somos cada vez más pobres.

Mi recomendación para estos arrogantes, tomando en cuenta que además hacen ínfulas de moralistas y creen saber qué es lo que más nos conviene a cada uno, sería que regulen los precios de los bienes inservibles, poco importantes e insignificantes, y que liberen los precios y derogen las trabas para producir aquellos que necesitamos para el "vivir bien en socialismo".

Así matarán dos pájaros de un tiro: aparecerán los productos que no se encuentran y acabarán con los vicios y la compra de lujos innecesarios.

@nhcarreras