Debemos aprender a dirigir otra vez todos
nuestros recursos
a donde mejor contribuyan a que todos seamos
más ricos
F. A. HAYEK
Hoy en día la
sociedad distingue y condena con facilidad un acto de crimen, por lo que apoya
las medidas en contra de los criminales que atentan contra los derechos de las
otras personas, tales como su vida, su libertad o su propiedad. A cada uno de los atentados contra estos
derechos se les denomina asesinato, esclavitud y robo, respectivamente. Aun así,
pienso que uno de ellos se ha colado en nuestros tiempos detrás de una máscara,
llegando a enaltecerse como un falso dios representado en las leyes y alabado
por muchedumbres.
Cuando una persona
es robada a mano armada, se condena al criminal y se considera a la víctima del
robo, quien vio arrebatado su derecho sobre un bien que le pertenece. Esa
persona estuvo expuesta a morir a manos del criminal, y para evitar la muerte
estuvo en la forzosa necesidad de ceder su propiedad. Todos condenamos ese
crimen, y se castiga con cárcel.
Pero ahora, cuando
una persona que se ha ganado su dinero como fruto de su trabajo se niega a
ceder una buena tajada a la clase obrera o a las personas más pobres, se le condena
como un criminal de lo más despreciable. Por lo tanto, el Estado tiene el
derecho de arrebatarle por la fuerza alrededor de un tercio de todo su trabajo
y esfuerzo para disponerlo según el deseo de la mayoría, o de lo contrario será
castigado con cárcel.
He aquí un cambio
fundamental: mientras en el primer caso la persona que estaba siendo robada a
mano armada era la víctima, ahora la
persona que está siendo robada por medio de la ley es considerada el criminal. Los papeles se invierten, y
habrá que preguntarnos qué pasaría si un ladrón a mano armada argumenta que su
robo tuvo como objetivo ayudar a los más necesitados de su comunidad.
La diatriba tiene
una solución directa: un crimen no puede ser juzgado por las razones del
criminal para cometerlo. Matar por una buena causa no deja de ser asesinato.* Esclavizar
por una buena causa no deja de ser esclavitud. Robar por una buena causa no
deja de ser robo.
Para las personas
que apoyan a las organizaciones sociales que trabajan por mejorar las
condiciones de vida de nuestros hermanos más desfavorecidos, les doy todo mi
apoyo. Pienso que el esfuerzo voluntario con una visión social es muy favorable
para las personas que viven en condiciones extremas por razones fuera de
nuestro control. Pero esas
organizaciones tienen que ser el primer paso para que la persona comience a
construir o reconstruir su vida, y pueda encontrar un empleo para valerse por
sí misma con su dignidad en alto como un ser humano valioso como todos los
demás.
Pensar en los programas
sociales como una forma de vida de los más desfavorecidos, pensar que las personas
que trabajan arduamente para ganarse el fruto de su trabajo deben ser robadas
por el deseo de una mayoría que demanda ser mantenida, es uno de los dramas que
vive no solo nuestro país, sino gran parte de los países del mundo en la era
contemporánea. Debemos abandonar esa gran ficción de pretender vivir a expensas
de los demás y entender que un país no lo sacan adelante los líderes supremos,
sino cada persona ordinaria con su trabajo honesto.
* Una
excepción a esta regla podría decirse que es matar por defensa propia, pero
este acto (como su nombre lo dice) es en defensa de un derecho, no ofensivo
hacia el derecho de otro.